Gálatas
5.22. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23. mansedumbre, templanza; contra
tales cosas no hay ley. 24. Pero
los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. 25. Si vivimos por el Espíritu,
andemos también por el Espíritu.
EL FRUTO DEL
ESPÍRITU.
Es el resultado de nuestro del caminar de nuestro espíritu unido al Espíritu de
Cristo que mora en nosotros. Es una permanente y estrecha unión.
1 Corintios 6:17 Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.
1 Corintios 6:17 Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.
Jesús lo describió de una manera simple, pero bien
gráfica: Juan 15.4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar
fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí. 5. Yo soy la
vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva
mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
Esta unión entre las ramas o pámpanos, que somos
nosotros, debe ser permanente para que el tronco que es Jesús, haga fluir su
gracia a través de nosotros, produciendo un fruto agradable y que es de
bendición a todos.
Así también nosotros debemos estar unidos
constantemente a Jesucristo y caminar ya no dirigidos por nosotros mismos, sino
por el Espíritu de Dios.
En ningún momento Dios llama al creyente a producir
este fruto por un esfuerzo humano. Bien sabe Dios que lo que nosotros
producimos en forma natural y espontánea son las obras de la carne. Es el producto de la unión entre el Espíritu Santo y el creyente. En este proceso el
creyente va colaborando en estrecha relación con el Espíritu Santo
produciéndose la transformación y el fruto. 2 Corintios 3:18.
Como seres humanos, aún estamos atrapados en un
cuerpo que desea las cosas pecaminosas (Romanos 7:14-25). Como cristianos,
tenemos al Espíritu Santo unido a nuestro espíritu produciendo su fruto en
nosotros, y contamos con su poder para que conquistemos los actos de la
naturaleza de pecado (2 Corintios 5:17; Filipenses 4:13).
Para que la tierra produzca fragante y deliciosa
fruta debe haber dedicación y tiene que ser labrada, cultivada y cosechada. En
cambio para que produzca maleza o mala hierba, no hay que hacer ningún
esfuerzo. (Las obras de la carne nos salen espontáneas y naturales).
Si queremos producir el fruto que Dios quiere a
través de nuestras vidas, debemos cada día tomar la decisión personal de someter
nuestra voluntad a Dios. Tenemos la opción de caminar de acuerdo a nuestras
propias decisiones, o caminar de acuerdo a la dirección de quién realmente sabe
cómo dirigirnos: El Espíritu Santo.
Este fruto no es instantáneo. El
Espíritu Santo a través de un proceso va desarrollando este fruto en
nuestra persona. El uso de la palabra metamorfosis en 2 Corintios 3:18 y Romanos 12:3, nos
demuestra que el cambio es gradual y no instantáneo.
La palabra fruto está en singular, debido a que es
un fruto con sus consecuencias. El fruto del Espíritu Santo es el amor y
este tiene cuatro facetas muy distintas. La primera tiene que ver con la vida
interior, o sea gozo y paz. Dios nos asegura en un clima de amor,
produciendo gozo y paz. La segunda tienen que ver con nuestro acercamiento a
los hermanos y vecinos: paciencia y benignidad, bondad. La tercera tiene que
ver con Dios, es la fe que profesamos para recibir de Dios. La última tiene que
ver con nuestro carácter: mansedumbre y templanza.
Mi oración es que nos ocupemos más de agradar a
nuestro Señor que pronto vendrá por su iglesia. Te dejo esta última escritura
para que medites sobre el propósito de tu vida.
Colosenses 1:10 para que andéis como es digno del Señor,
agradándole en todo,
llevando fruto en toda buena obra, y
creciendo en el conocimiento de Dios.
Dios te bendiga.
Pastor Antonio Martínez.