Meditando en la pregunta, pensamos en muchas
respuestas. Creo que todas apuntan en dirección a nuestro propio beneficio y
bienestar. Pero si nos ponemos a pensar en las palabras de quien la fundó: Nuestro Señor
Jesucristo, veremos que la respuesta es diferente.
Primero debemos recordar que la Iglesia no es un
edificio, sino que la componemos cada uno de los creyentes, redimidos por la
sangre de Jesús y salvos por la Gracia de Dios.
Luego debemos
recordar las palabras de Jesús antes de irse de vuelta al cielo:
(Marcos 16.15) Y les dijo: Id
por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
(Mateo 28:19) Por
tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones…
Estos son dos mandatos específicos y claros que
Jesús dio con referencia a la función de la iglesia en la tierra: Predicar y hacer discípulos.
Muchas personas, asisten a la Iglesia con el buen
fin de resolver ciertos problemas por los que están atravesando. Esto es normal, ya que de algún modo u otro, cada persona atraviesa en algún momento por dificultades. Por supuesto que el
Señor en su amor y compasión, nos ayuda a resolver la mayoría de esas
dificultades.
El problema radica en que algunos, una vez que ven
su asunto resuelto, no necesitan más de asistir a las reuniones de la iglesia,
y menos de asumir las responsabilidades que tenemos como creyentes.
Está el otro gran grupo de personas que asisten a la
iglesia regularmente, pero que con el tiempo van perdiendo interés en reunirse
y van dejando esta devoción de asistir.
De acuerdo a las palabras del Señor, falta algo que
no estamos haciendo como miembros del cuerpo de Cristo: Esto es predicar el
Evangelio y hacer discípulos. O sea de reproducirnos, dar fruto de acuerdo a la vida que está en nosotros.
Muchos creyentes piensan que el predicar y hacer
discípulos es solamente una opción y no un mandato. Otros piensan que es un don
que solo algunos tienen o por último que es la labor solamente de los pastores.
Pero de acuerdo a las palabras del Señor, esto es un mandato a todo creyente,
por consecuencia, es una responsabilidad de todos.
El hecho de que con el tiempo muchos vayan perdiendo
la costumbre de congregarse y se van desencantando con la Iglesia, no radica en
cosas externas. En mi opinión, eso está directamente ligado a que no se está
obedeciendo el mandato del Señor.
Tengo la obligación de decirte que el juicio al que
compareceremos como creyentes será frente a Jesús, y dice que la escritura que
tendremos que dar cuenta de lo que se nos encomendó y no hicimos.
Santiago 4:17 “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace,
le es pecado”.
Mucha de la tristeza por la que el creyente
atraviesa, es causada por el hecho de no estar obedeciendo a quien dio su
propia vida por nosotros.
Teniendo todo esto en mente, debemos orar y
arrepentirnos de la negligencia y egoísmo de sólo pensar en lo que la iglesia
puede hacer por nosotros, y centrar
nuestro esfuerzo en sólo nosotros, y no ocuparnos de obedecer y hacer fluir el
amor y la misericordia que ha sido derramada en nosotros.
Hermano, hermana, te invito a que reflexiones y
pienses en esto. Dile al Señor que estás interesado en hacer su voluntad y que
quieres obedecer.
El Espíritu Santo es el que va a poner en ti de
vuelta esa pasión por compartir con familiares, vecinos, amigos, y hasta con
desconocidos lo que supuestamente está dentro de ti: La Salvación.
El espíritu Santo también te hará notar que el
asistir a las reuniones de la iglesia no es sólo para cuando tengas algún
problema; también te dirá cuál es tu labor dentro de la congregación: que es de
ocuparte de los nuevos que llegan buscando el amor de Jesucristo que ha sido
derramado en ti.
Como un pastor de este rebaño, espero que tomes en
cuenta el llamado que en estos últimos días el Señor está haciéndonos para
cambiar de actitud, y pasar de ser parte del problema, a ser parte de la
solución.
Dios te hará sentir su agrado por tu obediencia y el
gozo del Señor será tu fortaleza.
Bendiciones.
Pastor
Antonio