miércoles, 31 de julio de 2013

JESÚS DIJO: MÁS BIENAVENTURADO ES DAR QUE RECIBIR.


Cuando el famoso ricachón John Rockefeller murió, nadie sabía cuánto dinero tenía, a pesar de que se suponía que era uno de los hombres más ricos del planeta. Se cuenta que como un año después de su muerte, un reportero del Wall Street Journal que quiso hacer un artículo sobre la riqueza de Rockefeller, decidió llamar al contador ejecutivo del millonario, y astutamente le preguntó:

­Disculpe, señor contador, no sé si usted me podría decir cuánto dejó Rockefeller......
­-¡Claro que sí! ­- contestó el contador sagazmente­ - ¡Lo dejó todo!

Algunos cristianos hoy viven sus vidas como si se pudieran llevar a su mansión celestial todos los "juguetes" que han adquirido en su vida terrenal. La Biblia enseña claramente que ninguna de nuestras posesiones aquí las llevaremos allí. Aún más, ninguna de las cosas que hoy vemos en este mundo sobrevivirá al proceso de la segunda venida del Señor Jesucristo.

El apóstol Pedro enseña que cuando el Señor venga en gloria "los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas", y luego añade una importante advertencia: "Puesto que todas estas cosas serán deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir...!" (2 Pedro 3:10-11).

La Palabra de Dios, entonces, enseña que hay dos tipos de cosas en nuestra vida: las trascendentes y las intrascendentes. Las cosas trascendentes son las que han de trascender (ir más allá) de nuestra propia existencia: la Palabra de Dios, el Amor, la salvación, la vida eterna. Las cosas intrascendentes son todo lo demás: nuestra casa, nuestro auto, la ropa que vestimos, los artefactos eléctricos, los símbolos de "status" por los que tanto luchamos.

La Biblia dice que no pongamos nuestra vista en las cosas que se ven porque perecen; sino en las que no se ven porque son eternas.

El alto valor que le damos a nuestras cosas materiales no nos permite oír la voz de Dios que a veces nos quiere decir que sembremos algo de eso que tenemos, con lo cual podemos ser de bendición  a otra persona. Hay personas que necesitan y Dios quiere usarnos a nosotros para suplirles.
El Señor nos dice en su Palabra en Mateo 6:19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 6:20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.

Lo que nosotros hagamos por alguien que está en necesidad, Jesús lo cuenta como si a Él se lo hiciéramos. Es importante considerar que sólo somos administradores de lo que el Señor nos da (Un administrador debe dar cuenta de lo que se le ha entregado). Recuerda la “Parábola de los talentos”. Dios nos pedirá cuenta.

Los cristianos debemos concentrarnos cada día en buscar más el reino de Dios y su justicia, que las cosas que perecen.
Si entendiéramos en profundidad la intrascendencia de nuestros bienes materiales, el 15% de la congregación ya no tendría que sostener el 85% del ministerio, y nuestras congregaciones cumplirían el propósito por el cual Dios nos tiene aún en la tierra.

Aparte de lo material con lo que Dios nos ha bendecido, tenemos algo que no tiene precio y que podemos compartirlo: La salvación. Recuerda que el Señor dice que “demos de gracia lo que de gracia hemos recibido”.

Querido hermano y hermana, te invito a considerar lo transcendental que es que una persona reciba la Palabra de Salvación. Y tú y yo tenemos en nosotros ese tesoro que Dios nos dio para que lo compartamos. Si lo haces, te garantizo que veras que tu vida realmente tiene un propósito eterno y te garantizo que no hay mayor gozo que ser un  instrumento en las manos  del Señor.

Dios te bendiga.


Pastor Antonio.

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