sábado, 31 de mayo de 2014

¡NO TE RINDAS!

Hay momentos en nuestra vida en que nos sentimos desfallecer, sentimos que nuestras fuerzas han llegado a su límite y sentimos que ya no podemos avanzar. 
Me ha tocado como pastor oír muchos casos similares, y por qué no decirlo, en mi propia vida he experimentado esta situación en que las fuerzas se agotan.

La Palabra del Señor nos da un ejemplo bien gráfico, para saber que podemos recomenzar.


Isaías 40:29 El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen, pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.

La diferencia entre el hombre natural y el que ha experimentado el nuevo nacimiento, es que la palabra del Señor nos da una solución de “multiplicar las fuerzas al que no tiene ninguna”. Esa Palabra de Dios es la que nos hace ver más allá de nuestra vista natural y ver que Dios siempre nos da un nuevo comienzo. El ejemplo más claro que nos da la Escritura de en el águila, ave que experimenta en su vida una completa renovación.

El águila es el ave con mayor longevidad de esas especies. Llega a vivir 70 años, pero para llegar a esa edad, a los 40, debe tomar una seria y difícil decisión de vida o muerte.
A los 40 años, sus uñas están apretadas y flexibles y no consigue tomar a sus presas de las cuales se alimenta. Su pico que es puntiagudo, se curva demasiado, que no logra desgarrar la presa. Sus alas están envejecidas y pesadas porque su plumaje se ha engruesado.
Ye el volar se hace muy difícil! Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durara 150 días.

Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido aislado en donde no tenga la necesidad de volar. Después de estar segura en ese lugar, el águila comienza a golpear su pico en la pared de la roca hasta conseguir arrancarlo. Luego debe esperar el crecimiento de uno nuevo con el que desprenderá una a una sus uñas. Cuando las nuevas uñas comienzan a nacer, comenzará a desplumar sus plumas viejas. Después de cinco meses, sale para su vuelo de renovación y a vivir 30 años más.

Situaciones parecidas nos suceden a lo largo de la vida. Hay momentos en que parece que ya estamos entregados a “nuestra suerte”. Nuestra vida suele verse gris y envejecida. ¡Estamos en un punto de quiebre! O nos transformamos como las águilas o estaremos condenados a morir.

La transformación exige, primero, hacer un alto en el camino, parar de seguir tratando con nuestras débiles fuerzas. Luego comunicarnos con Dios, buscar ese momento íntimo, en que podemos hablar con quien nos ama, y nos entiende.
De esa manera volar hacia lo alto, al refugio secreto que nos da esa intimidad con Dios. Ahí es donde comienza el proceso de nuestra renovación.
Las alas del cristiano no son otra cosa sino la ALABANZA. Es por medio de la alabanza la que nos permite despegarnos de nuestra propia realidad y darnos cuenta cuán grande es nuestro Dios. Es cuando tenemos el poder de escapar del torbellino de la tentación de tratar con nuestras fuerzas y podemos remontarnos a la misma presencia de Dios

En la intimidad con Dios seremos dirigidos por su Espíritu a despojarnos de esas viejas uñas y plumas para  continuar un vuelo de renacimiento y de victoria. Y ¿cuáles son esas plumas y uñas de las que tenemos que desprendernos? Creo que con la ayuda del espíritu Santo,  cada uno puede identificarlas fácilmente en sus vidas: son aquellas actitudes, vicios y costumbres que nos impiden el cambio, que nos atan al pasado, a la mediocridad a la falta de ánimo para continuar  hacia la victoria.
En otros puede tratarse de resentimientos, complejos, baja o alta autoestima, que nos nublan la vista y la capacidad de ser objetivos con nosotros mismos. Debemos desprendernos de costumbres, tradiciones y recuerdos que nos causan dolor. Solamente libres del peso del pasado podremos aprovechar el resultado valioso que una renovación siempre trae.

Por último debes saber que el águila es el ave que contraria a todas las demás, no huye de la tormenta, sino que la espera y usa la fuerza de la tormenta para elevarse cada vez más. Mientras las aves vuelan desesperadas a buscar refugio, El águila viendo venir la tormenta extiende sus alas y aprovecha el viento de esta para remontarse por sobre esa tormenta y volar por sobre ella.
Tú eres un hijo, hija de Dios y puedes como el águila, usar los vientos de las pruebas y dificultades para impulsarte a volar por sobre las situaciones adversas. Tenemos las alas de la alabanza, que nos van a remontar mucho más alto cada vez.

Hermano, hermana: Detén esa marcha frenética que te pauta el mundo y comienza a apropiarte de la verdadera vida que Jesucristo logro para ti. No te conformes a “Tu suerte”. Tú puedes como las águilas volar por sobre la tormenta. Tú estás diseñado en Cristo para ser más que vencedor. No te rindas. Dios te invita a una renovación completa y a ser VICTORIOSO.

Saludos y bendiciones!!

Pastor Antonio Martinez

miércoles, 21 de mayo de 2014

TUS DERECHOS DEL TESTAMENTO

Efesios 1:3 "Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo".

El Señor ya  nos bendijo; él ya lo hizo y eso es un echo, no es algo que va a hacer (vemos que esta en tiempo pasado). Toda la tradición religiosa pide a Dios te bendiga, o que te sane, o dicen que "sea la voluntad de Dios sanarme", pero técnicamente, Dios ya lo hizo. Él llevó todas nuestras dolencias en la cruz. Muchos dicen "estoy esperando que Dios me sane o me bendiga", y Dios esta esperando que tú te des cuenta y que sea revelado en tu corazón, que eso ya se realizó en el pasado; sólo tienes que recibirlo por fe, creyendo a 
su palabra. 

"Porque sin fe es imposible agradar a Dios", es necesario que el que se acerca a Dios, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan con fe.   

Si tú no lees tus derechos del testamento, nunca vas poder obtener tus beneficios, lo que Dios ha provisto para ti. Y sino lo sabes, nunca podrás usarlo.     

Es como el caso de una ancianita que vivía en extrema pobreza, y el pastor que la fue a visitar, se dio cuenta que en la pared había cuadro con un dibujo amarillento. El pastor le preguntó por qué tenía ese cuadro tan viejo y ella le contesta que su patrón al morir le había regalado ese papel, y como fue tan bueno con ella, lo puso en ese cuadro de recuerdo. Cuando el pastor se acercó para ver el cuadro, se dio cuenta que era un testamento que el patrón le había dejado. Así pasa con muchos cristianos, viven en pobreza e ignorancia por desconocer los derechos de su testamento.  
Amén.

Saludos y bendiciones

Pastor Rafael Martinez

miércoles, 14 de mayo de 2014

EL LENGUAJE DE LA FE


Jesús nos enseñó que las palabras son semillas y el terreno donde se siembra es el corazón. Debemos recordar la importancia de lo que hablamos. A veces pensamos que “las palabras se las lleva el viento” pero no es así. Dios puso en nosotros la capacidad de afectar muchas cosas y personas con lo que decimos.
En Proverbios 18:21 Dice la Biblia que “La muerte y la vida están en poder de la lengua,”. Quiere decir que nuestra declaración, lo que decimos, es importante.



El lenguaje de la fe no trata de crear una falsa realidad. A veces los que escuchan la palabra fe piensan que esta es una manera de negar la realidad. Por ejemplo, el lenguaje de la fe no niega la existencia de la enfermedad, ni ninguna otra cosa como las dificultades. No es un lenguaje de ilusiones, como si sólo pronunciando ciertas palabras pudiéramos salir de la pobreza, la enfermedad, el divorcio o cualquier otro problema que vemos o enfrentamos. Usted no puede, y la fe verdadera no se trata de eso. ¡No!



Un ejemplo bien grafico esta la Biblia en el evento de los hijos de Israel cuando enviaron a 12 espías a reconocer la tierra. Tierra que por palabra de Dios era de ellos, pero que en Números Capitulo 13.31-33 dice: “Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos".



Los espías, exceptuando a Josué y Caleb, reportaron lo que vieron: Gigantes. Ese reporte obviamente infundio temor y pánico en el pueblo. Ellos hablaron lo que vieron. Pero Josué y Caleb tomaron en cuenta algo que los 10 primeros no hicieron: La Promesa hecha por Dios de que esa tierra era ya de ellos y debían ir y poseerla.

El pueblo, presa del pánico provocado por las PALABRAS de los 10 espías, se airó contra ellos y contra Moisés diciendo: “¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! (Números 14.2b)

Aquí vemos claramente como palabras dichas por los diez espías afectaron al pueblo al punto de querer linchar a Josué y Caleb y les provoco hacer una declaración más funesta: "Ojala muriéramos en este desierto". Efectivamente esa generación completa murió en el desierto.



Debemos recalcar que la declaración de Josué y Caleb no negó la existencia de Gigantes en la tierra a conquistar. La fe no niega el problema. La fe se basa en algo más sólido para el que cree: La Palabra de Dios.

Ellos declararon basados no en una ilusión, sino basados en las Promesas de Dios que Él les respaldaría, ya que Dios mismo les dio esa tierra.



El lenguaje de la fe no se basa en ilusiones o en negar las dificultades que tenemos frente a nosotros. Se basa en lo que creemos. Por eso declaramos lo que está escrito y que creemos con nuestro corazón.

Esa es la manera deferente de responder en fe a la realidad. Hablando lo que creemos en lugar de rendirse a la realidad de la circunstancia, la fe hablará de la voluntad del Señor para ese momento. En vez de ahondar en los síntomas de la realidad, la fe meditará en las promesas de Dios. En vez de someterse a la derrota o al desánimo, la fe dará alabanza a Dios por su bondad.

Hablar en fe no es practicar el arte de hacer caso omiso a la realidad, sino expresar con confianza lo que Dios ha prometido hacer con nuestra realidad.



Hablar positivamente no es lo mismo que hablar en FE. El lenguaje de la fe, sea positivo o negativo, habla la Palabra de Dios. Hablar en fe es utilizar las promesas de Dios, no sólo las buenas intenciones del hombre. Hablar positivamente es muy bueno, pero el lenguaje de la fe accede al trono de Dios. Hablar positivamente puede mover a muchos, pero no mueve la mano de Dios.



En un tiempo se habló de la “Súper fe” que no era otra cosa sino especulación y hablar ilusoriamente, sin tener base en la Voluntad de Dios. El lenguaje de la fe no es hablar nuestros deseos mezquinos y tratar de convencer a Dios que los cumpla. El lenguaje de la fe es estar claro de la Voluntad de Dios y creerla en el corazón para luego declararlo y mantenerse firme en su declaración. Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos, (2 de Corintios 4:13).



Para tener éxito en lo que declaramos, primero esa semilla que es la Palabra del Señor debe haber caído en “buena tierra” en nuestro corazón. Arraigarse por medio de meditar en ella y creerla. De esa manera la palabra que fue sembrada, dará fruto y “De la abundancia del corazón hablara la boca”.

Bendiciones.

Pastor Antonio Martinez 

viernes, 2 de mayo de 2014

¿CUAL ES TU TESORO?

Mateo 12:35  El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas;
y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.

En la Parábola del Sembrador, Jesús nos dice que la Palabra es sembrada y el terreno en el cual la semilla se siembra es el corazón.
Si vemos en la agricultura, el terreno no discrimina en lo que se le siembra. El terreno recibe toda semilla y luego, después del proceso de germinación, se ve el fruto de lo sembrado.

Jesús en sus enseñanzas, dio mucha importancia a las palabras, tanto las que decimos, como las que oímos, ya que las palabras son como semillas que caen en el corazón. La Biblia, refiriéndose una vez más a la siembra y cosecha, nos enseña: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” (Gálatas 6:7)

Jesús dijo en Marcos 4:24 “… Mirad lo que oís;”
No podemos negar que lo que oímos nos afecta. Ya sean palabras de ánimo, o de desánimo, de triunfo o de  derrota, de amor o de odio, de perdón o de rencor… etc, etc.
Con palabras podemos ser levantados o hundidos. Dios lo sabe, y también el enemigo de nuestras almas, el diablo. Así como Dios nos habla muchas veces con palabras de consuelo, de ánimo, de bendición a través de personas, así mismo el diablo nos trata de sembrar duda, derrota, tragedia etc. a través de personas.
Por eso tenemos que tener cuidado y tomar en cuenta esas palabras de Jesús: Mirad lo que oís.

No puedes dejar que tu vida dependa solamente de opiniones, de noticias o de rumores que oyes. Debes entender que el dicho popular que dice que “las palabras  se las lleva el viento” no es tal. Las palabras son semillas que te van a afectar en forma negativa o positiva. Eso depende si es que “miras lo que oyes”, o sea estás consciente de su efecto en tu vida.

Como dice la escritura en Mateo 12:35  “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas”. Todo lo que se siembra en el corazón va a germinar, y eso será el fruto de lo que abunde en tu corazón y será manifestado a través de tu boca: “Buenas cosas o malas cosas”. Porque “de la abundancia del corazón, habla la boca”.

Debemos considerar seriamente lo que dejamos entrar como semilla en nuestro corazón, ya que en cualquier momento quedará en evidencia a través de lo que decimos con nuestra lengua. En la Epístola de Santiago, se nos habla de la lengua, o sea de la expresión de lo que hemos dejado entrar y sembrado dentro de nosotros.
Lo que decimos es consecuencia de lo que tenemos como tesoro en el corazón, sea bueno o malo.
Podemos levantar a alguien con nuestras palabras, o lo podemos hundir. Podemos construir con nuestras palabras o podemos destruir. ¡Cuántas vidas han sido marcadas desde su infancia por los dichos de alguien que sin cuidado sembró es los corazones tiernos!

Dice la Palabra del Señor: Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. 37  Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.” (Mateo 12:36-37).

¡Aún es tiempo de cambio!
Por último, para poder tener control de lo que hablamos, y para que los dichos de nuestra boca traigan bendición a los que nos oyen, debemos revisar lo que estamos dejando entrar en el corazón. Es tiempo de revisar, no para lamentarnos, sino para cambiar el tesoro.
Debemos saber que lo que hemos dejado entrar, por nuestros sentidos, lo que oímos, lo que vemos, lo que conversamos, es lo bueno o lo malo que está sembrado en el corazón. Lo que está en el corazón es el material de lo que se nutren los pensamientos, y a la larga, lo que pensamos es lo que produce lo que hacemos. O sea que nuestras acciones están directamente conectadas con lo que pensamos.

¡Aún es tiempo! La única manera de sacar el mal tesoro, para ver días mejores, para generar cambios en  nuestra vida, es de reimplantar LA PALABRA DE DIOS en nuestros corazones. Comienza a dejar entrar las verdades de Dios para que estas vayan expulsando las mentiras del mundo, del diablo y de nuestra propia carne.

Mi oración es que el cambio en tus acciones comience hoy mismo, mediante la meditación de estos consejos, que son extraídos de la sabiduría de Dios: SU PALABRA.

¡Dios te bendiga!


Pastor Antonio Martinez