miércoles, 14 de mayo de 2014

EL LENGUAJE DE LA FE


Jesús nos enseñó que las palabras son semillas y el terreno donde se siembra es el corazón. Debemos recordar la importancia de lo que hablamos. A veces pensamos que “las palabras se las lleva el viento” pero no es así. Dios puso en nosotros la capacidad de afectar muchas cosas y personas con lo que decimos.
En Proverbios 18:21 Dice la Biblia que “La muerte y la vida están en poder de la lengua,”. Quiere decir que nuestra declaración, lo que decimos, es importante.



El lenguaje de la fe no trata de crear una falsa realidad. A veces los que escuchan la palabra fe piensan que esta es una manera de negar la realidad. Por ejemplo, el lenguaje de la fe no niega la existencia de la enfermedad, ni ninguna otra cosa como las dificultades. No es un lenguaje de ilusiones, como si sólo pronunciando ciertas palabras pudiéramos salir de la pobreza, la enfermedad, el divorcio o cualquier otro problema que vemos o enfrentamos. Usted no puede, y la fe verdadera no se trata de eso. ¡No!



Un ejemplo bien grafico esta la Biblia en el evento de los hijos de Israel cuando enviaron a 12 espías a reconocer la tierra. Tierra que por palabra de Dios era de ellos, pero que en Números Capitulo 13.31-33 dice: “Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos".



Los espías, exceptuando a Josué y Caleb, reportaron lo que vieron: Gigantes. Ese reporte obviamente infundio temor y pánico en el pueblo. Ellos hablaron lo que vieron. Pero Josué y Caleb tomaron en cuenta algo que los 10 primeros no hicieron: La Promesa hecha por Dios de que esa tierra era ya de ellos y debían ir y poseerla.

El pueblo, presa del pánico provocado por las PALABRAS de los 10 espías, se airó contra ellos y contra Moisés diciendo: “¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! (Números 14.2b)

Aquí vemos claramente como palabras dichas por los diez espías afectaron al pueblo al punto de querer linchar a Josué y Caleb y les provoco hacer una declaración más funesta: "Ojala muriéramos en este desierto". Efectivamente esa generación completa murió en el desierto.



Debemos recalcar que la declaración de Josué y Caleb no negó la existencia de Gigantes en la tierra a conquistar. La fe no niega el problema. La fe se basa en algo más sólido para el que cree: La Palabra de Dios.

Ellos declararon basados no en una ilusión, sino basados en las Promesas de Dios que Él les respaldaría, ya que Dios mismo les dio esa tierra.



El lenguaje de la fe no se basa en ilusiones o en negar las dificultades que tenemos frente a nosotros. Se basa en lo que creemos. Por eso declaramos lo que está escrito y que creemos con nuestro corazón.

Esa es la manera deferente de responder en fe a la realidad. Hablando lo que creemos en lugar de rendirse a la realidad de la circunstancia, la fe hablará de la voluntad del Señor para ese momento. En vez de ahondar en los síntomas de la realidad, la fe meditará en las promesas de Dios. En vez de someterse a la derrota o al desánimo, la fe dará alabanza a Dios por su bondad.

Hablar en fe no es practicar el arte de hacer caso omiso a la realidad, sino expresar con confianza lo que Dios ha prometido hacer con nuestra realidad.



Hablar positivamente no es lo mismo que hablar en FE. El lenguaje de la fe, sea positivo o negativo, habla la Palabra de Dios. Hablar en fe es utilizar las promesas de Dios, no sólo las buenas intenciones del hombre. Hablar positivamente es muy bueno, pero el lenguaje de la fe accede al trono de Dios. Hablar positivamente puede mover a muchos, pero no mueve la mano de Dios.



En un tiempo se habló de la “Súper fe” que no era otra cosa sino especulación y hablar ilusoriamente, sin tener base en la Voluntad de Dios. El lenguaje de la fe no es hablar nuestros deseos mezquinos y tratar de convencer a Dios que los cumpla. El lenguaje de la fe es estar claro de la Voluntad de Dios y creerla en el corazón para luego declararlo y mantenerse firme en su declaración. Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos, (2 de Corintios 4:13).



Para tener éxito en lo que declaramos, primero esa semilla que es la Palabra del Señor debe haber caído en “buena tierra” en nuestro corazón. Arraigarse por medio de meditar en ella y creerla. De esa manera la palabra que fue sembrada, dará fruto y “De la abundancia del corazón hablara la boca”.

Bendiciones.

Pastor Antonio Martinez 

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